Finalizada sin pena ni gloria la temporada general en la que no había tenido la suerte de cara, me surgió la posibilidad de disfrutar un precinto de corzo en tierras vascas. No lo dudé, acudí presto y dispuesto al nuevo reto de cazar en el norte. En esta ocasión conté con el mejor acompañante, mi padre. Nos presentamos en Euskadi a la mejor hora para empezar con buen pie, la de comer. Tras la siesta acudí al lugar donde nos citamos cazadores y guías. Me tocó en suerte un guía gran conocedor del terreno. Enseguida partimos hacia el monte donde comenzamos la búsqueda de corzos. Esa tarde pudimos avistar varias hembras pero no hubo suerte con los machos. De vuelta al hotel comenté con mi padre la belleza de los parajes y lo peculiar de la caza que allí se practica.
A la mañana siguiente empezamos a recechar antes de que despuntasen los primeros rayos de sol. No tardamos en localizar un macho pastando entre las altas hierbas de un prado. Estábamos sobre una pronunciada pendiente a unos 150 metros largos del corzo. El guía me preguntó si me atrevía a tirar desde allí, a lo que no sin algo de vacilación respondí afirmativamente. Conseguimos acercarnos hasta un pequeño balcón que hacía el terreno sobre el prado y me preparé para el disparo. En el momento que el corzo se atravesó ofreciendo el costado aproveché para enviar un “Tomahawk tierra-tierra” que impactó sobre el pequeño cuerpo del duende. Éste acusó el disparo pero no cayó, perdiéndose entre la maleza. Con la tranquilidad de saber al corzo herido empezamos a pistear.
Más de una hora larga anduvimos detrás del pequeño cérvido hasta que por fin lo pudimos localizar junto al camino a escasos metros del prado. La alegría entonces sí me llenó por completo. En honor a la verdad pienso que un lance en el que la pieza cae muerta al disparo es espectacular, pero lances en los que toca pistear para mi no significan decepción sino una oportunidad de disfrutar durante más tiempo, intensificar y alargar el propio lance.
Es un gustazo encontrar al animal herido siguiendo los rastros de sangre después de una intensa busqueda, el lance continúa y los nervios también. Aunque prefiero que se queden en el acto.
Muchas gracias por contarnos tu relato. Ha sido estupendo. Enhorabuena por ese precioso corzo.
Un abrazo de Risquillo.
Muchas gracias por tus palabras Risquillo. Un abrazo.